¿Así que el tío moreno
este que vemos de cuando en cuando por la piscina corre mañana en los JJOO?
Pues habrá que verlo. Eso del triatlón tiene que ser para superhombres.
Solo hay un problema, la carrera será de madrugada. Bueno, valdrá la pena.
Cuando me fui a dormir sabía que no la vería. No es problema de que no fuese a
escuchar la alarma martilleándome a horas intempestivas. Me despierto a la
primera ante tan desagradable sonido. El problema habla más de mi religión por
dormir, en su decálogo, uno de sus artículos no me deja despertarme en medio de
la noche para hacer algo tan trivial como ver la televisión.
Al día siguiente me entero en todos los medios. El joven
gallego Iván Raña, consigue un fantástico diploma olímpico en el moderno
deporte de Triatlón. -"Mierda, tengo que abandonar esa religión de
dormir tanto de vez en cuando". Por supuesto era algo extraordinario.
El chaval con el compartíamos largos, entrenador y piscina en Compostela, no
solo había ido a unos JJOO, sino que había peleado por la victoria. Chaval que
asemejaba ser uno más del grupo de matados que nos torturábamos en el
agua entre un ambiente de risas. Los pequeños lo mirábamos como con miedo, es
un tío importante. Pero algo no cuadraba, él hablaba con el resto de
mayores como uno más. Hasta unos mocosos como nosotros podíamos departir con él
al tiempo que le dábamos la enhorabuena a su llegada. Yo creía que la gente que
sale por la tele era de otra manera.
Año 2000, son mis primeros recuerdos del campeón que condujo mis pasos hacia
ese deporte que creía de superhombres. Bueno, él y César Varela. Entre los
entrenamientos del club de natación que dirigía y los divertidos viajes a
diferentes competiciones, nos iba metiendo en la cabeza la idea de ese novedoso
deporte. Hasta el verano del siguiente año. Sus consejos habían penetrado hasta
llenar mi saco de la curiosidad. Ribadeo, 2001, mi primer contacto con un
deporte que ya no abandonaré. Recuerdo los temores de mi madre, pero el veneno
del reto del triple deporte ya circulaba por mis venas.
Iván sigue cosechando éxitos. Tras su 4º en el Campeonato
del Mundo de Edmonton, llegaba el turno del campeonato continental. Eran otros
tiempos, un deporte realmente minoritario que despertaba al albor del campeón
de Ordes, pero tenía su hueco en la televisión. Reunidos en un bar de
Compostela, unos ilusionados novatos compartíamos mesa con César. La primera
prueba de triatlón que veían mis ojos a través de una pantalla no decepcionaba.
Iván corría en solitario por las empedradas calles de la bella localidad checa
de Carlsbad. Tan solo unos calambres en los últimos kilómetros lo privaban de
la victoria. Realmente emocionados, veíamos a nuestro compañero moreno subido al
podio con la medalla de plata al cuello.
De la televisión a la realidad. Nuestro nivel de absolutos
aprendices no impedía que el gran campeón nos agasajase compartiendo
entrenamientos con él. Recuerdo las sesiones de natación en la piscina de
verano de una urbanización de la periferia compostelana. Aprovechábamos que el
socorrista era otro de los picados por el veneno triatlético, para colarnos al
mediodía para hacer unos largos. En casa o con amigos, no perdía momento para
mostrarme importante de entrenar con Iván. Una importancia que otorgaba su
palmarés en continuo ascenso, porque él ser, era uno más en la piscina. Iba
mucho más rápido, pero su trato humilde y cercano nos hacía pensar que el que
levantaba premios en la televisión sería un doble. Un doble seguro, decíamos. U
n triunfador no podía ser así de campechano, pensábamos.
Han pasado doce largos años. Una vida. Iván sigue destacando
a nivel deportivo. Un currículum interminable que no hace falta recordar. Y
unos premios que no lograron cambiar la característica que más llamaba mi
atención en mi adolescencia: su cercanía. En estos años pasé de emocionarme
cuando compartía alguna sesión de entrenamiento a su lado, a ser compañeros de
entrenamientos a diario. Tuve la suerte de pasar de admirador a amigo. Y como
amigo, Iván es al menos tan campeón como deportivamente. La sonrisa y el ánimo
nunca faltan, son sin duda su razón de ser. A eso se une su ilusión de juvenil.
Sorprende ver a alguien que ha logrado todo, disfrutar de cada entrenamiento a
sus 32 años. Él mismo se define como “flipao”. Lo suscribo. Pero no de esos
flipados de habla barata y mirada por encima del hombro. Flipado de entrenar.
De la bicicleta. Seguimos retrasmitiendo casi cada entrenamiento sobre las dos
ruedas. Unas veces jugamos a ser triatletas del circuito mundial mientras
narramos en inglés, para hacernos más importantes. Pero casi siempre jugamos a
sentirnos ciclistas en una dura etapa del Tour de Francia. El caso es entrenar
duro y con una sonrisa. El caso es fliparse.
Estos días se ha cerrado la clasificación para unos JJOO
donde no estará nuestro campeón. Es un golpe duro. Siete semanas con un pie
roto no han podido con él y su ilusión. Al final ha sido la carretera, siempre
caprichosa, la que de golpe ha puesto punto y seguido a una trayectoria
impresionante. Es imposible no estar triste. Pero no tengo dudas, Iván seguirá
con esa sonrisa perenne. Su ilusión de juvenil seguirá soñando y conquistando
retos. Nosotros seguiremos disfrutando y aprendiendo a su lado. Gracias por
tantos momentos. Gracias por enseñarnos que trabajo e ilusión son los combustibles
inagotables en la persecución de sueños. Gracias a ti, me declaro “flipao” de
la vida.
2 comentarios:
Iso mesmo penso eu aas veces dun amigo meu ;)
Fantástico artículo.
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